RESISTENCIA DEL CRIC
Hace un tiempo, cuando los años no se contaban con los números fenicios ni los siglos con los número romanos y el simple hecho de tener años y siglos era inimaginable, en estas tierras nació una niña llamada Chekuna fruto de la primera vez en que Xue (el dios Sol) y Chia (el dios Luna) se encontraron. Este encuentro además de provocar una luz jamás conocida en la madre tierra y sus habitantes en armonía, marcaba la posibilidad de que destellos tan opuestos como los de la noche y el día auguraran el choque de pensamientos y visones contradictorias en el mundo.
Y así nació Chekuna en un instante eclipsado con una misión importante que desconocía en principio y con la particularidad de que dormiría hasta cuando los dioses que la crearon volvieran a encontrarse en un fortuito y cósmico momento que no era determinable con certeza.
Al nacer vio a pesar de la luz tenue que sus padres destellaban, un espacio donde las comunidades coexisten con el ambiente, temiendo y respetando la naturaleza, la tierra el suelo que los sostenía y del cual obtenían lo necesario para vivir.
Y así nació Chekuna en un instante eclipsado con una misión importante que desconocía en principio y con la particularidad de que dormiría hasta cuando los dioses que la crearon volvieran a encontrarse en un fortuito y cósmico momento que no era determinable con certeza.
Al nacer vio a pesar de la luz tenue que sus padres destellaban, un espacio donde las comunidades coexisten con el ambiente, temiendo y respetando la naturaleza, la tierra el suelo que los sostenía y del cual obtenían lo necesario para vivir.
Al separarse Xue y Chía, Chekuna cayo dormida en una montaña, de sus brazos comenzó entonces a brotar agua por gotas, brotaban y brotaban mientras ella dormía.
Paso el tiempo y en un capricho del mismo Xue y Chia se volvieron a encontrar, al levantarse Chekuna observo que del lugar donde estaban sus brazos habían nacido dos grandes ríos de agua cristalina que estaban abrazados por tres montañas largas, los conductos de agua entre montañas fertilizaron la tierra en las que los hombres y mujeres que había visto anteriormente empezaron a cultivar.
Una vez más cayó adormecida Chekuna, en el mismo lugar y con sus brazos en la misma posición. Al despertar sintió un cosquilleo en su brazo derecho, por el rio se acercaban unos objetos de madera conducidos por unos hombres cuyo color era ajeno para sus ojos, pero la diferencia mas allá de su color era la perdida o la inexistencia de respeto por la tierra que irradiaban estos individuos; sus corazas que privaban al sol tocar sus pálidas pieles, las herramientas filudas y brillantes que cortaban lo que fuera necesario para abrir paso y la búsqueda afanada de la representación y simbología del maíz. Desde este momento Chekuna no pudo volver a dormir tranquilamente, cuando el sol y la luna se distanciaron Chekuna quedo petrificada observando desde lo alto de las montañas, desde lo que habían llamado macizo y cuando corría el año 1550 del siglo XVI del calendario gregoriano. Chekuna veía la pesadilla con los ojos abiertos, su brazo derecho se llamaba “magdalena” y el izquierdo “cauca”.
Así vio como las personas que hacían culto a sus padres eran desplazadas e instrumentalizadas para los objetivos colonizadores de los encorazados, vio como las piedras de colores eran arrancadas del suelo, observo la edificación de lugares donde se hacia culto a un dios lejano, miraba con asombro como las tierras fertilizadas mientras dormía eran colmadas de semillas que producían mucho mas de lo que necesitaban para vivir.
En el siguiente eclipse Chekuna al haber contemplado que la amenaza de la perdida de la relación de los hombres con la tierra estaba rondando sus brazos, entendió que su misión era brindar a las comunidades el espíritu de la preservación de la armonía del hombre con la naturaleza, sembrar en las comunidades la semilla de la dignidad (una palabra que tuvieron que aprehender muy bien de los españoles).
Finalmente Chekuna decide subir al cielo por medio del arco iris para observar desde el cielo como las comunidades indígenas eran capaces de asumir el espíritu de la resistencia para preservar lo que les corresponde como legado histórico.
A la ascensión de Chekuna le siguió Tupac Amaru, la represión de las iniciativas indígenas, el desplazamiento por parte de campesinos y empresarios de la tierra, el Quintin Lame y la reivindicación del petróleo como la sangre de la madre tierra y elemento esencial de la estabilidad. Y muchas otras formas organizativas de los indígenas que reclaman en un mundo bastante diferente a aquel en cual construyeron su cosmogonía pero que a pesar de las diferencias piden respeto a principios colectivos de autonomía y unidad, exigen respeto a sus territorios y a su vinculación histórica con los mismos.
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